23 sept 2010

Yo pedí un bocadillo de polla ¡pero también Clare Boothe Luce se equivocó!


Ay ay ay... que rollo los idiomas. Hace dos años yo, recién llegado a Madrid, en una terraza de Plaza Olavide le pedí a un camarero un bocadillo de polla en lugar de un bocadillo de pollo. Y dándome cuenta que la cara del camarero se había puesto roja (con algo de azul), para ser amable (y además deseando desarrollar mi español), pregunté si, por casualidad, no tenía polla. Luego por mucho tiempo me quedé embarazado (aunque nunca conseguí conocer el camarero), por la sencilla razón que en italiano quedarse embarazado suena similar a “estar incomodo”. Y así anuncié a todo el mundo, y sin vergüenza, mi embarazo cuando me quedé sin un duro al momento de pagar la cuenta en un restaurante muy pijo (un amigo me aconsejó dejar al padre pagar); cuando tirándome a la piscina salí sin bañador (otro amigo murmuró: pero no es posible, el cloro mata todo); y cuando en el cuarto de baño de un club de jazz alguien intentó chuparme “el pollo” contándome que le encantaba, pero que le encantaba de verdad, Rafaella Carrá, (un día, me gustaría describir la cara del tío, medio enrollado en mis calzoncillos, al oír que todo eso me ponía embarazado).


Pero lo que me pasó es la nada en comparación con lo que pasó, en el 1938 a Clare Boothe Luce, editora de la revista de moda "Vanity Fair" de Nueva York.
Clarita tenía un amiga que, pobrecita, se le había muerto la hija (aunque todo esto suena demasiado a rima es algo de trágico). La hija (quiero decir la hija de la pobrecita amiga de clarita), llevando su vestido negro favorito y un prendedor de rosas amarillas, se había suicidado tirándose por la ventana de su apartamento de lujo situado en un rascacielos. Y fue por eso que Clare Boothe Luce deseaba hacer algo por su amiga y encontrando un día, en una fiesta muy vip, a la famosa pintora Frida Kahlo, se acercó a ella para contarle toda la historia y comisionarle un retrato (un retrato de la hija de su jodida amiga).
Frida, genial como era, sugirió el pintar el cuadro como un retablo. La Clare pensó indudablemente: “Pues retrato, retablo, suenan igual... está bien” y aceptó.
Es que un retablo es algo totalmente distinto de un retrato. Un retablo es como un cómic, como un “ex voto” en el cual se recuerda y se pinta la historia que causó la desgracia.
Así mientras la Clarita esperaba un retrato muy burgués donde salía una mujer guapa y elegante con su mejor vestido y sus joyas más impactantes, Frida pintaba un cuadro donde la chica se tiraba por la ventana del rascacielos y luego se la veía caer y por fin acababa aplastada en la acera como una cucaracha. Además es típico de los retablos añadir un pequeño relato del sucedido y Frida lo escribió con letras mojadas del sangre de la pobrecita.
¡Desde luego todo quedaba muy guay!
Cuando Clare Boothe Luce vio el cuadro empezó a gritar (nos gusta pensar apretando un vocabulario) y su primera reacción fue pensar en quemarlo, pero sus amigos la convencieron de lo contrario. Porque la Kahlo ya tenía mucho éxito y, bueno, el arte es el arte.
“¡Arte…y una mierda!” seguro pensó la Clarita “si voy a dar este cuadro a mi amiga ella me mata”.
Así parte de la tercera línea del relato sangrante, que una vez decía "pintado a petición de Clare Boothe Luce, para la madre de Dorothy" fue borrada. Y luego el cuadro desapareció por mucho, pero muchos años hasta que reapareció misteriosamente delante de la puerta principal del Museo de Arte de Phoenix, donde se exhibe en la actualidad (porque el arte es arte).
El cuadro se titula “El Suicidio de Dorothy Hale” y es uno de los cuadros más fuertes de Frida.
No hace falta que os diga que a mi, personalmente, me pone... ¡embarazado!


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