23 jun 2010

¿Podía el “gato pasado” pedir cita para un NIE sin pasar por otra pesadilla? Pues no, ¡claro que no! (o sea: otra aventura del “trabajador Europeo”)



A ver, como ya sabéis hace unos meses estoy cuidando a un chavalito alemán. Hoy teníamos que llamar para pedir cita para el NIE.

¡Tranquilo! Todo bien, pues, no pasa nada, llamo yo mi querido chavalito. Ya lo he pedido para mí, puedo hacerlo también para ti. Yo vivo aquí desde hace dos años, déjame ayudarte.

Recuerdo muy bien el día que llamé para mi NIE. No fue un día fácil. Estaba nervioso. Recuerdo que llamé y que me contestó una señorita un poco más simpática que un perro feo que acababa de mearse encima. Yo, en aquel momento, sacaba sí y no dos palabras de español y la tía no hablaba ni una palabra de italiano.
Su nombre por favor”. Parecía una computadora sin alma.
Antonino”
Su nombre es Antonio”. Una computadora sin alma e idiota.
No, Antonino”
Estupor: “¿Antonino.... Antonino como?”

Antonino como Antonino y ya está”
Por un largo rato la tía se detiene, para volver a preguntarme enseguida sin
ninguna piedad:
Venga, entonces ¿”a” como?”
¿Y eso? Yo no estaba preparado
para este tipo de juego. Lo que tenía ganas de contestarle era “A como A STRONZA!”
Pero, bueno, esto no lo podía decir, esto era demasiado italiano. Y sudando, me puse a pensar una palabra que empezaba por “a”. Ni una me sal
ía. Para mí en aquel momento en España se hablaba el único idioma en todo el mundo que no tenía “a”. Además (joder, ¡“además” tiene una “a”!) pensé que mi nombre es muy largo... y esto claro no ayudaba a mi pobre cerebro.
¿Puedo saber su nombre por favor? Su nombre y apellido por favor” volvió a decirme la voz sin alma.
Es que no tengo nombre, lo siento... todos me llaman X”
Vale, ¿X como?”
Total: así fue come conseguí (más o menos) mi NIE. ¡Una pesadilla!

Pero ahora no. Hoy no. ¡Al día de hoy puedo! Puedo contestar al perro feo que acaba de mearse encima . Puedo contestarle: “a” como amor, como amanecer, como alma, como (¡toma!) amabilidad.
Así, planteando mi venganza, casi feliz, vuelvo a llamar, después de dos años,
a la centralita para pedir un NIE.
Estoy en un momento epif
ánico. Y como siempre, cuando estoy en un momento epifánico, no me doy cuenta que estoy para ponerme en medio de un rollo horrible.
Ya había decidido (antes del momento epif
ánico) hacerme pasar por mi querido chavalito alemán. Todo, así pensaba, sería más fácil (que con la burocracia nunca se sabe). Satisfecho y tranquilo tomo mi móvil, me siento, me lío un cigarrillo y llamo.
Después de un rato una voz femenina y amable me contesta: “Hola, buenos días ¿qu
é tal?”
Hola buenos días” digo yo “quería....” no consigo acabar la frase cuando oigo: “Buon giorno”.
La señorita, dándose cuenta de mi acento, había empezado a hablar en italiano. Un italiano perfecto. Su tono era dulce, hermoso, materno.
Casi la tomo a mal. Y enseguida decido de seguir en castellano. Y me pongo barroco.

Le estaría agradecido” digo “si pudiera conseguir una cita para el NIE” (¡Toma ya!!)
Dejo mi cigarrillo en el cenicero (estoy sonriendo) y espero satisfecho su reacción.
La tía encantadora me contesta en su italiano perfecto y todavía más gentil.

Sarebbe per me un piacere. Ha con se un carta di identià o un passaporto?”
Tomo nuevamente mi cigarrillo. Me levanto. De este paso acabamos casados. Desde aquí no saco nada. Así, corto y contesto solo: “Pues s
í, claro” ( y a la mierda el barroco)
Nazionalità italiana, giusto?” me pregunta el hada.
No, soy alemán” rectifico malhumorado.
Un agobiante y
vacío silencio baja a mi alrededor. Lo nuestro se había acabado.
¿Qu
é pasa? ¿Qué he hecho? Intentando estar tranquilo me digo a mí mismo: está todo bajo control Antonino. No puede pasar nada. Puedes contestar a todo. Y mientras me doy cuenta que mi cigarrillo se ha apagado oigo las siguientes, terribles palabras:
“Guten Morgen.”
Joder, la puta hada conoce también
el alemán. Mi alemán es fatal, saco dos o tres palabritas en alemán desde hace un mes, no más. A la mejor puedo decir que me llamo Antonino, “a” como Adolf Hitler. No mucho más.
Darf ich bitte Ihren Namen wissen, Ihren Namen und Nachname, danke.”
El cigarrillo apagado
se me cae de la boca. Empiezo a sudar.
Wie ist Ihr Name?” me pregunta el hada siempre más gentil y amable.
¿Pero qu
é he hecho de mal? Dos años de duro trabajo tirados a la basura.
Lleno de vergüenza me oigo decir: “Ja”. Y enseguida me doy cuenta que 1)
el hada me ha preguntado cómo me llamo y no tiene mucho sentido contestar con un “sí”, 2) yo tenía el tono de voz de un perro feo que acaba de mearse encima porque, para mí, eso es muy alemán, y el todo es casi paradójico, 3) mi padre tiene razón: soy totalmente incapaz.
Pero
el hada hija de puta no lo piensa así, para nada, y con todo su sentido materno, intentando comunicarse conmigo en todos los idiomas del mundo excepto los que hablo, me pregunta:
Do you speak English?”
Mi dignidad se queda un poco más
abajo que la mierda. Jamás en mi vida me he sentido tan poco trabajador europeo.
Sin darme cuenta me dejo llevar por el pánico y me oigo decir: “Oui”
Y esto verdaderamente no tiene ningún sentido. También
el hada la piensa así, y se queda callada; creo intentando comprender mi cerebro.
Es que no hay explicaciones querida hada. Lo siento.... y cuelgo.


Y es así, que al final hoy he pasado el día intentado explicar a mi chavalito alemán por qu
é, aunque yo llevo aquí casi dos años, es mejor, mucho mejor, que sea él quien llame para pedir el NIE.
Y ya está....o, como dice la Pantoja: ¡tu a mi no me hundes!

Además leer: "¿Podía el gato pasado darse simplemente de alta con el médico de cabecera? Pues, no, ¡claro que no!"

Antonino Pingue © 2010 Todos los derechos reservados.



15 jun 2010

El viejo ciervo (poesía de un poeta que se llamaba Trilussa)



El viejo ciervo

Un viejo ciervo un día
desbarató con dos cornadas
la empalizada que tenia alrededor.
“Ya que me haces la revolución”
le dijo el hombre dándose cuenta de lo sucedido,
“te cortaré los cuernos y entonces a ver si cambias opinión”.
“Pues, no” dijo el ciervo, “la opinión todavía queda
porque el pensamiento mio sigue el mismo.
Me quitarás los cuernos que llevo sobre la cabeza,
pero no las ideas que tengo en el cerebro”.

Trilussa (Roma 1871 - Roma 1950)

14 jun 2010

Qué placer encontrar tu carta en mi buzón



Querido E. , qué placer encontrar tu carta en mi buzón. Pues sí, ahora hablo español, aunque de forma bastante rara y divertida, como, de todas maneras, hablaba italiano.
A finales de agosto voy a cumplir 2 añitos aquí, y casi me siento un verdadero gato (no sé si sabes que a los madrileños se les suele llamar gatos).
Leo con gusto que tu trabajo sigue, sea en el colegio, sea en el Cervantes: qué bien ¡enhorabuena caballero! Y además que no paras de pelear con este extraño idioma, aparentemente similar al nuestro y, de verdad, bastante diferente. Así, junto al placer de contestarte, me han dado las ganas de hacerlo en castellano. Soy un tio malo ¿verdad? Pero estoy seguro que serás capaz de entender todo y, si quieres, contestarme en el mismo idioma.
Me preguntas qué tal, qué tal estoy, qué tal mi curro y mi vida. Complicado contestarte. Mi vida no ha tenido golpes de escena increíbles. Sigo teniendo dos piernas, dos ojos y una nariz bastante gorda. Mi pelo es más blanco pero me da igual. Me gusta más la cerveza que antes y echo de menos la mozarella, pues, esto sí. Me encanta una viejecita que cada día se sienta en un banco en la Plaza Dos de Mayo, el silencio vacío de la calle Fuencarral a las 8 de la mañana de un domingo soleado, mi barrio y, además, quiero locamente a la Torre de la Comunicación en Gran Via (pero no me preguntes por qué, lo ignoro). De Madrid me gusta su ritmo, su costumbre al ocio, a la tertulia, su música jazz. Su desearse bella y su sospecha de no serlo. Puede ser que esté diciendo una tontería, pero Madrid me parece una ciudad más melancólica de lo que se pueda pensar. Y su poesía está en el intentar salir y reaccionar, cada mañana, a esta melancolía (hay un cuadro de Goya que parece contarnos todo esto).
¿Que más decirte ? Hace unos meses he encontrado un chaval: bueno está bastante loco para aguantarme y quererme. Yo le quiero a él, y cada trozo de él, y el delantero y el trasero (¡sobre todo el trasero!), y con la misma fuerza. Adoro esconder y guardar mi nariz en su barrigita peluda y adoro su manos de bruto trabajador. Sobre todo adoro cuando pone su mano sobre mi cabeza con un cariño hasta ahora desconocido.
Estoy empezando a trabajar como traductor, y esto sí que es una pasada, y estoy esperando el verano, que aquí, todavía, no ha llegado. Ah, casi me olvidaba, acabo de mudarme a un nuevo piso, esta vez con aire acondicionado.
Un beso grande E...
Chao, A.

Antonino Pingue © 2010 Todos los derechos reservados.

22 abr 2010

Traduciendo Enrique Vila-Matas (Me senté y lloré)



Me preguntaron si era fácil distinguir entre una buena novela y una que no lo era, y dije que bastaba con examinar cuáles eran sus relaciones con las altas ventanas de la poesía. Precisé que hablaba de sutiles conexiones con la poesía y en ningún caso de lo antagónico: novelas escritas por poetas a base de prosa poética, algo absolutamente a evitar cuando se trata de una novela.

“Querido Friedrich, el mundo todavía es falso, cruel y bello...”, escribe Charles Simic, escritor yugoslavo de Nueva York que enlaza con originalidad el surrealismo, la metafísica y los mitos primitivos. Para él, la imaginación no es un alejamiento de la realidad, sino la llave idónea para acceder al mapa de estrellas de nuestras paredes interiores.

Hablé ese día de la filosofía poética de Simic y de la necesidad de que la novela no pierda las sutiles conexiones con la alta poesía. Y, muy poco después, sentí deseos de convertirme allí mismo en el título de una novela de Elizabeth Smart, En Grand Central Station me senté y lloré. Siempre quise ser o escenificar ese título, y aquella era toda una oportunidad para hacerlo, pues a fin de cuentas me encontraba en Nueva York y estaba justo en aquel momento en Park Avenue, a dos pasos de Grand Central Station.

Me dije que, aparte del título, aquel libro de Elizabeth Smart (novela autobiográfica que narra la pasión de la autora por el poeta George Barker, un hombre casado del que se enamoró incluso antes de conocerlo: libro de una bella intensidad, extrema y rara) fue siempre una obra maestra gracias a su capacidad de diálogo con la tradición poética y a su elegante inspiración surrealista. De hecho, aquel mismo libro era un perfecto ejemplo de novela en comunicación con el gran espectro poético. Y es más, tenía el encanto de haber sido pionero en un procedimiento que aprecio y que consiste en convertir el texto en una máquina de citas literarias que ayudan a crear sentidos diferentes.

Me acuerdo muy bien de cómo era, aquel día, la novela de mi vida. Parecía que el surrealismo de Simic estuviera por todas partes, porque vi en el pasillo de entrada al gran vestíbulo de la estación a un negro con la cabeza rapada, sin zapatos, poniendo a un limpiabotas y a Dios por testigos. ¿Por testigos de qué? Tras contestar a cómo se distinguía entre una buena novela y una que no lo era, empezó a cumplirse uno de mis más antiguos deseos cuando, al adentrarme en el gran vestíbulo, avancé hipnotizado hacia el célebre reloj de cuatro caras, y fui pasando repentina revista a lo que habían sido las ventanas ciegas de mi vida: iba como hechizado y como si tuviera luz para descifrar el mapa de las estrellas en los futuros interiores de las novelas. Y así fui avanzando y buscando un lugar solitario, hasta que lo hallé y, contemplando en una de las ventanas altas los movimientos del sol como quien mira el de las hormigas, pensé en un poema de Simic que habla de una azotea y de un agujero en unas medias negras y de una bella muchacha de Nueva York de la que estaban todos enamorados, y entonces sí, entonces, tal como venía previendo, como si uno pudiera ser el título de una novela dentro de una poesía secreta, casi desmoronándome, dando bandazos con mi suerte más ciega, en Grand Central Station me senté y lloré.

Enrique Vila-Matas


Mi sono seduto e ho pianto

Mi chiesero se era facile distinguere un buon romanzo da uno che non lo era e dissi che bastava esaminare quali relazioni mantenevano con le alte finestre della poesia. Precisai che parlavo di sottili connessioni con la poesia e in nessun caso di un antagonismo: romanzi scritti da poeti a base di prosa poetica, ecco qualcosa da evitare assolutamente quando si parla di narrativa.

“Amato Friedrich, il mondo è ancora falso, crudele e bello…” , scrive Charles Simic, scrittore iugoslavo di New York che unisce con originalità il surrealismo, la metafisica e i miti primitivi. Per lui la immaginazione non è un allontanamento dalla realtà, piuttosto la giusta chiave per entrare nella mappa di stelle delle nostre pareti interiori.

Quel giorno parlai della filosofia poetica di Simic e della necessita che il romanzo non perda le sottili connessioni con l’alta poesia. E, poco dopo, sentii il desiderio di trasformarmi , proprio lì, nel titolo di un romanzo di Elizabeth Smart, “A Gran Central Station mi sono seduta e ho pianto”. Sempre avevo desiderato essere o rappresentare quel titolo e quella era una grande opportunità per me, già, in fondo, mi trovavo a New York e stavo giusto in quel momento a Park Avenue, a due passi da la Grand Central Station.

Mi dissi che, a parte il titolo, quel libro di Elizabeth Smart (racconto autobiografico che narra la passione della autrice per il poeta George Barker, un uomo sposato del quale si era innamorata ancora prima di conoscerlo: libro di una profonda intensità, estrema, strana), era sempre stato un capolavoro grazie alla sua capacità di dialogare con la tradizione poetica e per la sua elegante ispirazione surrealista. Di fatto proprio quel libro era un perfetto esempio di racconto in comunicazione con il grande fantasma della poesia. Di più, aveva la magia di essere stato pionieristico in una tecnica che apprezzo e che consiste nel convertire il testo in una macchina di citazioni letterarie che aiutano a creare sensi differenti.

Mi ricordo molto bene come era il romanzo della mia vita quel giorno. Sembrava che il surrealismo di Simic stesse ovunque, perche vidi nel corridoio che porta alla grande sala di ingresso della stazione un negro con la testa rasata, senza scarpe, chiamare un lustrascarpe e Dio come testimoni. Testimoni di cosa poi? E mentre cercavo di rispondere a come si distingue un buon romanzo da uno che non lo è, cominciò a realizzarsi uno dei miei più antichi desideri quando, entrando nel grande ingresso, avanzai ipnotizzato verso il celebre orologio a 4 facce e iniziai a passare improvvisamente in rassegna quelle che erano state le finestre ceche della mia vita: camminavo come stregato, come se prendessi luce per decifrare la mappa di stelle nei futuri interiori dei romanzi. E così avanzavo e cercavo un posto solitario, fino a quando lo trovai e, contemplando il movimento del sole in una delle finestre più alte come chi osserva quello delle formiche, pensai a un poema di Simic che parla di una terrazza e di un buco in un paio di calze nere e di una bella ragazza di New York di cui erano tutti innamorati, e allora si, e allora, così come avevo previsto, come se uno potesse essere il titolo di un libro dentro una poesia segreta, quasi sgretolandomi, barcollando con la mia fortuna più cieca, in Gran Central Station mi sono seduto e ho pianto.

Traducción hecha por Antonino Pingue ©


Traduciendo Enrique Vila-Matas (Ay, mi estimado señor)




¿Es usted escritor o ha intentado serlo? Tanto si lo es como si ha querido serlo, usted ha tenido que conocer en algún momento de su vida el rechazo. Es posible que alguien desde alguna editorial le haya escrito alguna vez una carta donde muy educadamente le han dicho: “Estimado señor, nos ha causado una agradable impresión su manuscrito, pero...”
El rechazo es una amarga realidad de la profesión de escritor. A mí, en cierta ocasión, me devolvieron uno de mis primeros manuscritos con las mejores metáforas de mi novela tachadas con un rotulador y devueltas meticulosamente cambiadas, convertidas en las metáforas que proponía el anónimo responsable del informe de lectura. Un rechazo así no se olvida. Cada día hay cientos de personas deprimidas porque les han devuelto un manuscrito. Y eso que hay mil tácticas para intentar remontar el efecto rechazo. Una de ellas consiste en repasar las más famosas injusticias en esta materia. El famoso rechazo de André Gide al manuscrito de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, por ejemplo. O bien recordando que Dublineses de Joyce fue rechazado por veintidós editoriales. O pensando en la breve carta de rechazo que recibió Oscar Wilde por El abanico de Lady Windermere: “Mi estimado señor, he leído su manuscrito. Ay, mi estimado señor”.
El rechazo editorial ha creado la carta estándar de negativa, todo un género nuevo. No todas esas cartas estándar que circulan por ahí son educadas. Tengo noticia de algunas cartas de rechazo absolutamente maliciosas. Cuenta el joven escritor canadiense Kevin Chong (experto él mismo en recibir cartas de rechazo) que a veces puede lograrse una negativa malvada sin una sola palabra, y cita el caso de una amiga suya que envió un poema a la revista The New Yorker y éste le fue devuelto roto en pedazos, hecho trizas. En un reciente viaje al país de sus antepasados, el propio Chong encontró a un amigo desolado por la carta de rechazo que le habían enviado de una revista china de economía: “Hemos leído con indescriptible entusiasmo su manuscrito. Si lo publicamos, será imposible para nosotros publicar cualquier trabajo de menor nivel. Y como es impensable que en los próximos mil años veamos algo que supere al suyo, nos vemos obligados, para nuestra desgracia, a devolverle su divina composición, y a rogarle mil veces que pase por alto nuestra miopía y timidez”.
Muchos escritores rechazados creen que los que publican libros viven felices lejos del rechazo. Y, sin embargo, no es así, pues no hay un solo escritor reconocido que no sea cosido a rechazos a lo largo de su carrera. Son rechazos distintos a los de la carta educada o malvada, pero son también rechazos duros. Y es que por lo general un escritor serio no se cierra nunca puertas, aspira a gustar a todo el mundo, al mundo entero. Por lo tanto, cualquiera de sus éxitos parciales lo vive como algo muy relativo. Pero, en cambio, cualquier mínimo rechazo a su obra lo ve como una gran afrenta, un rechazo a la totalidad. Sólo así se explica entonces la desesperación y el llanto desconsolado, por ejemplo, de Pier Paolo Pasolini por una crítica negativa en la hoja parroquial de un pueblo italiano de mala muerte. Y es que una crítica en contra (aunque el crítico sea un famoso idiota), ese premio insignificante pero que sin embargo no le han dado, ese suplemento cultural en el que no le nombran y encima dedican tres páginas a un mamarracho, todo eso para el escritor reconocido son rechazos que le impiden vivir en paz.
Así que el rechazo persigue a escritores publicados y a escritores inéditos. Se sabe o debería saberse que unos y otros conviven en la eternidad en una especie de Club de los Rechazados en cuya secreta sede social se oyen por las noches voces espectrales que arrastran cadenas y dicen: “Ay, mi estimado señor.” Ahí, por ejemplo, puede verse en las noches de luna llena a Gide y Proust, todavía discutiendo sobre la valía real de un manuscrito rechazado.

Enrique Vila-Matas


Ahi, Gentile Signore…

E’ lei uno scrittore o ha tentato d’esserlo? Sia che lo sia o ha voluto esserlo, ha dovuto in qualche momento della sua vita conoscere il rifiuto. E’ possibile che qualcuno, da qualche casa editrice le abbia scritto una lettera dove molto educatamente le diceva: Gentile Signore, il suo manoscritto ci ha impressionato molto, tuttavia….”
Il rifiuto è una amara realtà della professione dello scrittore. A me, capitò a volte, di vedermi rimandare indietro alcuni dei miei primi manoscritti con le migliori metafore che avevo scritto cancellate con un pennarello e meticolosamente cambiate, trasformate nelle metafore che proponeva l’anonimo responsabile editoriale. Un simile rifiuto non si scorda. Ogni giorno ci sono centinaia di persone depresse perché si sono viste rifiutare un manoscritto. E per loro ci sono centinaia di tattiche per cercare di superare lo shock da rifiuto. Una di queste consiste nel ripassare le più note ingiustizie perpetrate nel campo. Il famoso rifiuto di André Gide al manoscritto “Alla ricerca del tempo perduto” di Marcel Proust, per esempio. O ricordando che “Gente di Dublino” di Joyce fu rifiutato da 22 editori. O pensando alla breve lettera di rifiuto che ricevette Oscar Wilde per “Il ventaglio di Ledy Windermere”: “Gentile signore, ho letto il suo manoscritto. Ahi, gentile signore…”.
Il rifiuto editoriale ha creato la risposta negativa standard, un genere totalmente nuovo. Non tutte le risposte negative che circolano in questo ambiente sono educate. Sono venuto a sapere di alcune assurdamente maliziose. Racconta il giovane scrittore canadese Kavin Chong (anche lui esperto in rifiuti) che si possono ottenere risposte negative crudeli che non contengono una sola parola e cita il caso di una sua amica che inviò un poema alla rivista The New Yorker e se lo vide restituire fatto a pezzi, stracciato. In un recente viaggio nel suo paese nativo, lo stresso Chong, racconta di aver incontrato un amico costernato per la lettera di rifiuto che le aveva inviato una rivista cinese di economia: “Abbiamo letto con indescrivibile entusiasmo il suo manoscritto. Se lo pubblichiamo, sarà per noi impossibile pubblicare qualsiasi altro lavoro di livello inferiore. E siccome è impossibile che nei prossimi mille anni vedremo qualcosa di superiore al suo, ci vediamo costretti, per nostra sfortuna, a restituirle la sua divina composizione e pregarla di ignorare la nostra miopia e la nostra timidezza”.
Molti scrittori rifiutati credono che chi pubblica libri viva felice, salvo dal rifiuto. Però non è così, non un solo scrittore riconosciuto non si è visto cucire addosso un rifiuto nella sua carriera. E’ differente ricevere un rifiuto educato invece di un rifiuto crudele, però è comunque duro. Il fatto è che, in generale, un autentico scrittore non si preclude nessuna porta, aspira a provare qualsiasi cosa, il mondo intero. Per questo qualche piccolo insuccesso lo vive come qualcosa di molto relativo. Al contrario, pero, il minimo rifiuto a la sua opera è per lui un grande affronto, come un rifiuto tucul. Solo così si spiega, per esempio, la desolazione e le lacrime disperate di Pier Paolo Pasolini di fronte alla critica negativa apparsa nel giornalino parrocchiale di un paesino italiano abbandonato da Dio. Il fatto è che una critica negativa (anche se il critico è un famoso idiota), quell’insignificante premio che però non gli hanno dato, quel supplemento culturale dove non lo nominano pero dedica tre pagine a un buffone, tutto questo, per lo scrittore riconosciuto, sono no che gli impediscono di vivere in pace.
Ed è per questo che il rifiuto perseguita lo scrittore pubblicato come lo scrittore inedito. Si sa, o si dovrebbe sapere, che l’uno e l’altro convivono per l’eternità in uno speciale Club dei Rifiutati nella cui segrete si sentono nella notte voci spettrali trascinare catene e dire: “ahi gentile signore”. In quelle stanze, per esempio, si possono scorgere nelle notti di luna piena Gide e Proust discutere sopra il valore reale di un manoscritto rifiutato.


Traducción hecha por Antonino Pingue ©

30 mar 2010

Indignato!


Vivo all’estero da quasi due anni e qualcosa di strano sta avvenendo nel mio corpo. Sto male. Sono anche andato del medico cercando di farmi curare, perché la cosa è seria, ma lui mi ha detto che non può farci nulla. Così provo a curarmi da solo.

La mattina mi alzo e con il caffè leggo i giornali Italiani. Oggi ad esempio pare che Dell’Utri tenga a casa sua un manoscritto di Pier Paolo Pasolini. Dell’Utri! Leggo tutto, ma proprio tutto l’articolo e respiro affondo. Ma non succede nulla. Dell’Utri ha a casa un manoscritto di Pasolini. Mi palpo, mi tocco. Dell’Utri! Dico 33. Ma niente. A L’Aquila la destra ha preso il 53%. Bossi, così dicono i giornali, trascina la destra. Ratziger voleva punire il vescovo pedofilo ma è stato bloccato dalla Curia. Trovo un video dove Silvio Berlusconi bacia la mano a Gheddafi. Qui giuro che nutro qualche speranza. Pieno di fiducia mi sforzo, davanti al mio Pc, me lo dico, quasi me lo dico: forza antonino…. Sforzati un po’. Ma non succede nulla, neanche questa volta. La Polverini li ha polverizzati, il partito dell’amore ha vinto (ma il partito dell’amore non era di Moana Pozzi?). E io mi sento così solo.

Alla fine apro FeceBook, ed eccoli tutti li i miei amici, e gli amici dei miei amici, e gli amici degli amici dei miei amici, tutti che parlano e dicono qualcosa, e hanno la nausea, o sono incazzati, e aprono gruppi (tipo: questa piattola sul mio cazzo avrà più voti di Silvio Berlusconi), e pubblicano video, e tutti insieme, come amanti dolcissimi si indignano. E io no. E io mi sento così solo. Perché non mi indigno più.
E' che, vivendo all’estero sto perdendo i miei geni italici. Ad esempio mi guardo il Tg4, ohhh come mi piaceva guardarmi il Tg4 qualche anno fa! Che poi magari ti chiama un amico e gli dici: ciao caro, scusa è che stavo guardando il Tg4 e sono così indignato, guarda mi è passato anche l’appetito. Come dici? Pizzetta a Trastevere e dopo retrospettiva sul cinema Polacco degli anni 20? Va bene, vengo, si si, disintossichiamoci da questa spazzatura. E ora invece, vendendo Emilio Fede penso solo alla mia nonnina, alla mia nonnina molto cattolica che aveva sempre paura che ai giardinetti si avvicinassero quei signori con le caramelle e la faccia abbronzata in pieno gennaio, e la pelle tirata come un tamburo, che ti sorridono e sembra che abbiano tanta, ma tanta saliva in bocca. E ridono. Ridono soprattutto se qualcuno dice: mutandina (vai a capire perché!). E, l’unica cosa che mi viene in mente è che adesso Emilio Fede è l’idolo di tutte le vecchiette. E che la sua linea editoriale è molto vicina al vaticano e alle famiglie.

Ormai è sera qui a Madrid, e così ricordo che Marco, che è arrivato da due mesi e che vive alla Latina e collabora con uno studio di architetti (perché lui è architetto, e il suo papà è architetto, e suo nonno era architetto, architetto di Bologna), ha organizzato una cenetta per vedere tutti insieme in striming i risultati delle elezioni. Lo chiamo, mi dice, vieni, ti aspettiamo. Mi vesto ed esco. Scendo per calle Fuencarral, attraverso la Gran Via, Puerta del Sol, Plaza Mayor e già ci sono.
Qualcuno ha comprato le patatine (e io le avevo finite) e c’è birra in quantità. Il pc ha le casse ed è uno splendido Mac. Vedo la Polverini (quella che ci ha polverizzato) con un megafono in mano che è commossa, che ringrazia tutti, specialmente Alemanno e il Cavaliere. E c’è chi ride a casa di Marco, chi si incazza, chi dice che già si sente un rifugiato politico (non so, tipo Cortazàr in Francia), e io me ne sto seduto sul bracciolo del divano, silenzioso, con le gambe strette e le mani chiuse nelle ginocchia e mi sento cosi solo a non indignarmi. Anche perché Marco ha un bellissimo maglione e a me piacerebbe tanto comprarmelo. Che Samuele glielo dice anche, dopo l’intervista a Bossi, che è proprio bello.
“Ma che fai Antonino, te ne vai? Ma no, dai rimani, che ora ci vediamo Ecce Bombo di Moretti, che ho il DVD”.
A Puerta del Sol, decido, definitivamente, che la nuova fermata della metro non mi piace. Ma la cosa non mi fa sentire molto di sinistra, anche se è stata voluta dalla giunta comunale di destra, che c’è qui a Madrid. Provo a indignarmi, almeno per questo, ma non ci riesco. E allora mi ricordo che non vedo Giovanni da almeno due settimane. Non ci penso su un secondo, neanche lo chiamo.
Giovanni è calabrese. E’ arrivato 4 anni fa. Sua padre ha provato a fargli fare l’Università, ma poi Giovanni se ne è venuto a Madrid, forse perché c’era rimasto troppo male per una certa storia d’amore. E l’Università la lasciata.
Mi apre la porta in mutande. E mentre si gratta una coscia, e non mi lascia entrare, mi confessa che mica lo sapeva che c’erano le elezioni. E lui è un po’ impegnato di la, e mi fa l’occhiolino. Dietro il suo metro e ottanta, taglia 27 anni, intravedo gli avanzi di una Parmiggiana. E passa meno di un secondo prima che Giovanni mangia la foglia, mi da le spalle taglia 27 anni, prende una busta e un piatto, una bella fetta (ma io rimango sulla porta) avvolge il tutto e mi consegna il pacchetto con un grande sorriso.

E così alle due di notte me ne torno verso casa, e alla fine un po’ indignato mi ci sento con la mia Parmiggiana. Indignato per che mi mancano i Natali, quando bisognava andare a far visita agli amici degli zii, e ogni volto tornavi a casa con una busta piena di cibo. Indignato perché il mio amico Umberto in quinta elementare aiutava il padre a scaricare le mozzarelle al mercato e il padre aveva la tessera del PC e in televisone Dario Fo era un comico che faceva ridere tutti. Indignato perché mi ricordo le corriere che arrivano alla stazione Tiburtina, dalla Calabria, dalla Puglia con scatoloni chiusi con lo schoc, e pieni di cibo, e olio, e pomodoro, per i ragazzi che studiano a Roma e vogliono farcela. E vivono sulla Prenestina, sulla Tuscolana, sulla Casilina. Con i loro portatili, la spazzatura differenziata, le case fatiscenti e gli affitti astronomici e la voglia di scapparsene all’estero.
E Vendola ha vinto. Ha vinto!

Antonino Pingue © 2010 Todos los derechos reservados.